Entrevistas

Informe de risas e incendios

De Córdoba a Rosario, Prima Limón devela el universo intimista de una cantautora que mira a sus temores directamente a los ojos.

Por Lucas Canalda
Foto de Natalia Lebedinsky

Julia Capoduro parece ser ciudadana de ese mundo forjado por los años de escritura extraordinaria de Silvina Ocampo y que hoy en día tiene sus representantes más luminosas en Juana Molina y Mariana Enriquez. En esa tierra la vida es una sucesión de microsucesos oníricos que van construyendo un correlato de probables flashes de todo lo que puede suceder. Capoduro pasea diariamente en su bicicleta por las calles de ese mundo, registrando todo para luego escribir, junto a su guitarra y sus pedales, sobre desamores, inseguridades, complicidades románticas, fobias cotidianas y risas, los componentes cáusticos que forman las canciones de Prima Limón.

“El seudónimo se debe a que mis familiares y amigos no vean las cosas que escribía, básicamente (risas). Tenía un blog”, explica la marcosjuarense sobre su alias protector. “Tengo un blog”, admite finalmente. Mientras sus tempranos proyectos fueron quedando atrás, la identidad de Prima Limón fue mostrando su raíz de cantautora en Arena de 2015 -parte del catálogo del sello independiente Fluorescente Discos-, donde la introspección libraba una batalla interior que escapa en forma de un diario íntimo que iba proyectando sus sombras más allá de sus páginas.

En marzo Prima Limón editó el EP Cuatro anatemas, un trabajo que llega para presentar una piel renovada y los aprendizajes de la constancia de los últimos tres años. Fue grabado con grupo completo en el estudio logrando un resultado más rockero -y fiel a la actualidad del vivo- mientras mantiene el perfil de cantautora de Capoduro y la contínua búsqueda de una guitarra nacida en tiempos de la nación alternativa. “Hoy en día toco con Emmanuel Gasser en guitarra, Jonathan Gómez en batería y Ezequiel Fructuoso en bajo”, apunta la conductora. Y si bien el EP como los conciertos son una cuestión de banda, Capoduro deja en claro que prioriza lo que demanden sus canciones: “Prima es algo bastante personal. No tengo intención de encasillarme en un género, ni en una lírica, ni en determinados instrumentos, ni en un formato particular. Entiendo que toda una banda no esté abierta a ese juego. Si bien puedo decir que a los pibes los adoro y que disfruto muchísimo de tocar como banda de rock, quiero mantener abierta la posibilidad de comprarme unos pads y despedirlos a todos (risas). Ahora, hablando en serio, generalmente caigo a la sala con la estructura y las melodías de los temas armadas y ellos suman lo suyo. En ese sentido, en este último álbum Ezequiel funcionó bastante como un coproductor, porque orientó ciertas búsquedas de sonido y además fue quien grabó el disco”.

“Generalmente los temas nacen de jugar con los pedales, con la loopera, o de practicar ejercicios con la acústica”, explica, acerca del nacimiento de sus canciones. “Yo no estudié música. O al menos no de la forma tradicional. Eso me trae muchas limitaciones a la hora de comunicarme con otros músicos, pero también algunas libertades, aunque me encantaría saber más”, señala la rosarina de adopción. “Mi tiempo dedicado a la composición es más una búsqueda analfabeta de cómo ejecutar lo que quiero que suene según lo que tengo en la cabeza, ir tanteando, hasta que lo encuentro. A veces los temas salen muy rápido, otras veces encontrar la parte que falta o destrabar puede llevar mucho tiempo, como en el caso de ‘Si es igual’, que era un tema que tenía frenado hacía casi dos años hasta que encontré cómo salir de ahí y terminarlo. Pero esto me parece necesario. Me parece justo no apurar las canciones. Incluso cuando lo que encuentro me resulta difícil de tocar, pero me encanta ese desafío”, concluye.

– En la actualidad Rosario se compone con micro escenas, mucha gente desperdigada por distintas movidas que tienen su público, el mismo que va pululando de movida en movida. En ese contexto siempre se llega a personas nuevas pero sigue siendo un circuito limitado. ¿Cómo se construye un público nuevo para tocar en vivo hoy? ¿Hay que agruparse en sellos que aúnen las fuerzas?
Eso que decís me parece un fenómeno genial y estúpido a la vez. O sea, ¿qué sentido tiene tocar para los mismos cincuenta tipos? Está bien que somos todos amigos, y es divertido si sos uno de esos cincuenta, pero ahí se muere. Esa clase de endogamia se queda en eso: la movida se acaba cuando todos consigan un novio y tengan hijos. Yo creo que hay que tocar para esos cincuenta y para los cincuenta de otro sello, y para gente que nada sabe de sellos, y para la señora que ve Tinelli también, ponele. Sin dudas el trabajo colectivo de un sello es importante, no sólo porque fortalece los entramados sociales que tanto se busca desgarrar en estos tiempos, si no porque te da un marco, un impulso, una base desde la cual apalancar. Sin embargo no veo imposible que una banda que se mueva bien y comparta fechas construya un público propio. Igual, si supiera la respuesta a esto, iría más gente a mis recitales.
– En tiempos convulsionados, donde las mujeres fueron las primeras en tomar las calles y siguen poniendo el cuerpo hasta el día de hoy, la letra de «No da risa» es un BASTA que marca una postura sociopolítica. ¿Cómo nació la canción?
– Me encanta la pregunta. De hecho, hoy en día cuando la canto en vivo la reinterpreto de varias formas, y lo de la crisis social que estamos viviendo y todas las mierdas que nos están pasando, sin duda están a la cabeza. Es la forma que tengo de sacarme la rabia. Me gusta escribir cosas ambiguas justamente por esta posibilidad. Encima, hasta lo de “vamos a dejar de reírnos” encaja, contra estos giles que nos quieren hacer creer que esto es una fiesta. Lo cierto, lo naif y lo decepcionante a la vez, es que la letra nació cuando “se me juntó el ganado” de ex en un radio de muy pocas cuadras y bueno… exagero, soy dramática. Y tengo una imaginación muy visual: veía un barrio incendiado -que es lo que tendríamos que estar haciendo ahora-. Igual, nunca esquivé las calles, como dice la letra.
– La mortalidad humana es algo omnipresente en tus canciones. Como contraposición, lo vital se expresa siempre en amores y momentos de intimidad, micro escenas hogareñas. ¿A qué se debe esa presencia de la mortalidad en tus temas?
– Creo que tiene que ver con que es una contraparte necesaria. Ya hay mucha gente cantándole al amor (risas). Y no hay nada más real que la muerte. Real por ausencia total de posibilidades. Hablo de eso porque me parece un tema maravilloso. Vos en la pregunta ponés al amor medio como contraposición y sí, el amor es la pulsión de vida, pero a la vez en la vida vivimos muchas otras cosas y esas cosas nos distraen de lo importante: del deseo y de lo que contiene en sí el potencial de “hacernos felices”. Yo tuve suerte, supe que quería hacer canciones a los quince años. Me tomó otros diez juntar el coraje. Y lo junté en un curso de guitarra en el que me di cuenta de que estaba donde tenía que estar, haciendo lo que tenía que hacer, y eso se sintió muy real. El “sentimiento oceánico” que le llaman. Después de una sensación así de verdad NO te querés morir. Y sin embargo no es un miedo a la muerte, es un deseo de hacer. No sé si fue antes o después de eso que leí a (Carlos) Castaneda, con toda su idea de la muerte como consejera: “Sólo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para ser capaz de no abandonarse a nada. Un hombre así sabe que su muerte lo está acechando y que no le dará tiempo para aferrarse a nada; así que prueba, sin ansias, todo de todo”. En el último tiempo me ha tocado perder a un amigo de forma inesperada, y creo que cualquiera que haya perdido a un ser querido entiende ese gran cero. Creo que la muerte es una noción que hay que tener presente, desde el punto de vista de que nos sitúa sobre la tierra, con todas nuestras posibilidades. Te vas a morir, «hablemos de realización personal», diría una amiga. La muerte fue lo que me hizo hacer canciones, y por eso le tengo respeto.

Artículo publicado en la revista Rock Salta 24, de octubre de 2017.